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SOLIDARIDAD, CACOFÓNICA PALABRA
España
se tiene a sí misma por una sociedad muy solidaria. Vamos a puntualizar.
Realmente,
España ha dado y da ejemplos a escala mundial de extraordinaria solidaridad a
distancia. Cuando las catástrofes naturales como el Catrina, Fukuyima o el
tsunami del Índico, España fue la sociedad más espectacularmente solidaria de
todo el mundo.
Pero…
ATENCIÓN, ATENCIÓN.
Medite
un momento: Si se entera de que el vecino del piso contiguo al suyo, ese que a
veces pone la música un poco alta, se está muriendo a solas… ¿se apresurará
usted a socorrerlo? Si cuando sale para ir a su trabajo, se encuentra a ese
vecino en la escalera echando las entrañas por la boca, ¿decidirá llegar tarde
a su trabajo para llamar a una ambulancia y cuidar a su vecino mientras la
ambulancia llega?
MEDITE
Y SEA SINCERO.
Yo
me vi obligado a emigrar joven e inexperto. Alcancé la auténtica madurez de
personalidad y carácter en Argentina, Brasil y alrededores. En tales lugares, si
un amigo o simple relacionado te ve con gesto adusto y ojos tristes, no dudará
en preguntarte “¿tienes algún problema?”. Los estadounidenses preguntan en el
mismo supuesto “Are you alrigth? Aunque disimules y te comportes a la manera
europea, ese amigo insistirá y te obligará a aceptar su ayuda aunque te cause
pudor.
Como
mi verdadera maduración personal sucedió sobre todo en el continente americano,
me sorprendió descubrir lo muy europeos que somos los españoles. La letra, con
sangre entra. Hice ese descubrimiento después de pasar bastantes años
gastándome mis ahorros americanos en Málaga, en iniciativas altruistas que
nadie me ha agradecido nunca y que hasta niegan en los historiales. Por mi mala
cabeza de ex emigrante con las raíces desenfocadas, me vi en la miseria casi
total. No sólo no me respondieron los “amigos”, sino ni siquiera mis
familiares. “¿Qué habrá hecho ese con su dinero? ¿Por qué ha dilapidado tanto?”
Condicionado
por mi “educación” hispanoamericana, muy inocentemente pedí ayuda angustiosa varias
veces cuando llegó a faltarme el sustento, y me costó mucho tiempo comprender
cuánto se molestaban esos amigos porque les contara mis dificultades. Ya había
publicado más de once libros (aunque me habían defraudado mis derechos Roca
Editorial y Editorial el Cobre) y, además, tenía el prestigio de haber sido una
vez una especie de “indiano”. Cada una de mis peticiones desesperadas de
auxilio, fueron seguidas por clamores chismosos como “¿En qué vicios se habrá
gastado este tío todo lo que ha ganado?”
SOLIDARIDAD
ES UNA PALABRA CACOFÓNICA y hay que tener mucho cuidado de cómo incluirla en
una frase para que suene bien. Tal vez por eso, no entendemos del todo lo que
significa. Estoy seguro de que no se trata solamente de batir un récor
estadístico en la prensa mundial.
Sólo
conozco una ONG en Málaga, que esté de verdad cerca de las dificultades
inmensas que estamos pasando en esta ciudad condenada por la geopolítica
oficial española. Se llama “Ángeles Malagueños de la Noche”; impresiona ver las
colas que se forman en el pasillo de Santo Domingo cuando reparten comida.
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