Tengo
setenta y tres años, hace quince que me medico contra la diabetes II, soy
asmático y he sufrido un infarto cerebeloso y otro cardíaco, pero todos los que
me ven por primera vez se asombran de mi estado, aunque se asombrarían más si
conocieran a afondo las vicisitudes pasadas.
La
diabetes obliga a hacer todo el ejercicio posible, y yo no dejo de hacerlo. Voy
temprano todos los días a un gimnasio, cuyo fundador conocí hace unos cuarenta
años. En un tiempo en que no había en Málaga más que un par de gimnasios
boxísticos, apareció un argentino artista de circo con ganas de afincarse aquí.
Para poder sobrevivir, montó un gimnasio de pesas que si no fue el primero, fue
uno de los primeros en Málaga. Gimnasio Dino; por ese gimnasio y bajo la
dirección de Dino, pasaron todos los malagueños que han destacado en el
culturismo y muchos de ellos montaron también gimnasio. Ahora, hay más de cien
gimnasios en esta ciudad, que cuenta con gran predicamento en el culturismo
español y europeo.
Cuando
regresé a Málaga, como es natural no se me ocurrió acudir a otro gimnasio que
al de Dino. Me enteré con consternación de que había muerto y que ahora son sus
hijos quienes mantienen el gimnasio en pie. Está por Blas de Lezo (entrada de
calle Tejares) y ahí voy cada día temprano, para lo que quieran saber de mí.
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