Esta mañana, me cortaba el
pelo mi barbero dominicano. Le contaba algunas de mis peripecias por varios
países americanos, cuando me soltó sin apenas venir a cuento aquello de “el oro
que nos robaron ustedes los españoles”
De inmediato, me acordé de una
anécdota que contaba Cela. Durante un viaje a México, un guía no paraba de
reprocharle lo que “nos robaron ustedes los españoles”. Hastiado, Cela le
preguntó cómo se llamaba; el guía respondió Porfirio Rodríguez. “Ah –exclamó Cela-;
entonces, el que robó todo eso que usted
dice fue su bisabuelo Rodríguez. Yo soy español porque mis antepasados se
quedaron en España”.
Todos los años que viví en
América iba de asombro en asombro cuando me enteraba de las historias que contaban
a los escolares. Pero como yo fui escolar en los tiempos franquistas, llegué a
creer que el que recibió lecciones tergiversadas fui yo. Hasta que un día lo comenté
con un profesor, judío por más señas, de Brasil. Me dijo lo que menos yo
esperaba: “Cuando una colonia quería separarse de la metrópoli, los promotores
de la independencia inventaban barbaridades que nunca ocurrieron”.
Es necesario tener en cuenta
esta realidad histórica para entender las atrocidades que la generalitat de
Barcelona obliga a “enseñar” a sus niños los maestros. Yo llevo más de
cincuenta años de mi vida escribiendo y la mayoría de mis libros se han editado
en Barcelona (aunque nunca más). Había observado en el pasado que al “corregir”
mis originales los denominados “editores” cometían errores semánticos horrorosos:
cambios de verbos o tiempos verbales, inclusión de adjetivos donde no había
ninguno, y otros enlodamientos semejantes que ensuciaban originales muy
limpios. Los últimos años se observa que estos errores se han multiplicado en
las traducciones que leo de ediciones barcelonesas, pero lo más alucinante son la
trampas propagandistas de los separatistas que incluyen algunas traducciones de
novelas escenificadas en la Edad Media. He leído tres o cuatro veces que un
peregrino o evangelizador dice en Francia ”voy a Cataluña”. Esto es una impostura
inadmisible: En la edad media no había un estado llamado Cataluña, que era parte
del Reino de Aragón. Lo más que podía decir el peregrino en cuestión es:”Voy al
Condado de Barcelona”. Quien lea algunas de las cosas que los maestros enseñan
actualmente por orden de la generalitat (como que Cataluña fue el mayor imperio
de la historia), podría sufrir un infarto de la impresión.
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