Revuelve las tripas la cotidianidad con que, al abrir el periódico o encender
el televisor, nos enteramos de que un nuevo energúmeno ha matado a la mujer que
“tanto aman”. Ocurre con enojosa frecuencia, que va en aumento.
IMAGINEN USTEDES:
Matrimonio joven, compuesto por una chica poco formada y con criterio
escaso, y un joven que apenas consigue las peonadas justitas para poder seguir
cobrando un subsidio miserable. Amargado, con cada esperanza que pierde, él aumenta
la dosis de cañas que engulle; casi cada día, arma un espoleo al llegar a su
vivienda, por cualquier pretexto, y llega cegarse de manera que suelta algún bofetón.
Ella no para de escuchar en la radio y en la tele que las maltratadas deben
denunciar a sus maltratadores; una vez digerido el mensaje, se envalentona y al
siguiente bofetón grita: “Voy a denunciarte a la policía y acabarás cagao, en
la cárcel”. El energúmeno medio borracho ni siquiera lo piensa; con el mismo
calentón por el que dio la bofetada, agarra lo primero que tiene a mano y la
mujer que eligió circunstancia tan inoportuna para amenazar, cae muerta al
suelo.
La reina Sofía ya nos lo advirtió hace unos años. Hace falta más astucia,
pericia e inteligencia a la hora de aconsejar a personas que sufren tanto.
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