País kafkiano
Luis Melero
Usted podría estar sufriendo “mobbing” y aún no se le ha ocurrido buscar nombre a la angustia e infelicidad de todos los días. No le encuentra explicación a su malhumor ni a esa respuesta áspera que dio a su hijo esta mañana, ni al gatillazo humillante que pegó anoche. Con la flaccidez incurable, hay gatillazos que son como si le pusieran a uno algo rígido y frío en la sien con el gatillo a punto.
La empresa para la que trabaja podría estar cometiendo “mobbing” convencida de que aplica fructíferos métodos de relaciones laborales. Y en las reuniones de control de cada semana, pugnarán los jefecillos, encargados y mandamases tratando de demostrar quién es capaz de pisar mejor los callos de los operarios.
Su jefe más inmediato podría perpetrar sistemáticamente “mobbing” con usted mientras se ufana por lo bien que sigue las directrices “de arriba”; la bobalicona sonrisa triunfal que le dedica cuando cree haberlo pillado “en falta”, a usted le hará recaer en el gatillazo con ganas locas de apretar el otro gatillo...
Gracias a “El proceso”, Franz Kafka dio nombre al desamparo de la gente común frente a la maquinaria que otro genio, Charles Chaplin, nos mostró en imágenes donde la angustia se convertía en risas nerviosas. En “Tiempos modernos”, ante el hombre pequeño atrapado por engranajes aterradores, reíamos cuando casi teníamos ganas de gritar de espanto.
Kafkiano es el absurdo que ningunea con desprecio al ser pequeño y desvalido frente a las fuerzas descomunales que lo arrollan. Y kafkiano es el proceder de ciertas empresas, organismos públicos y sociedades cuya metodología procura metódicamente la máxima rentabilidad, sin usar método para ampararlo a usted, que es quien hace que esa rentabilidad sea posible.
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miércoles, 11 de agosto de 2010
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