Todo autor que haya publicado algún libro durante los últimos quince años, conoce en propia carne el daño irreparable que el racismo político catalán está causando a nuestra literatura. Editores que igual comerciarían con morcillas o tornillos, correctores a los que han vedado estudiar el español (y se nota demasiado en su trabajo), industriales a los que da igual robar que estafar a los escritores…
Está claro que la concentración editorial en Barcelona es sumamente dañina para la literatura española contemporánea. Resulta un disparate que la edición en español esté residenciada en un lugar donde se persigue activamente la cultura española.
José Manuel Lara ya anunció que tendrá que marcharse de Cataluña. Les seguirán todos los demás, porque el naziorracismo inocula lo que se edita actualmente de falsificaciones intolerables, aparte del desconocimiento sintáctico que demuestran los editores y correctores actuales.
Parece razonable que esas industrias que irán abandonando Barcelona se concentren en Alcalá de Henares.
Por historia y simbolismo, Alcalá es el lugar idóneo para que crezca una potente meca mundial de la edición en español.
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