Viví en Caracas nueve de los mejores años de mi juventud. Nunca he tenido tantos amigos de tan variadas procedencias, todos ellos grandes talentos. Nunca en mi vida visité tantos lugares, tan espectaculares y originales, sin necesidad de salir del país. Nadie debería perderse Chichiriviche, Coro, Los Roques, Playa Colorada, Canaima, los tepuyes, Cayo Borracho y Sombrero, Boca de Uchire, Barlovento, Los Llanos y demás.
Trabajé en publicidad, televisión y asesoré al presidente de la mayor entidad financiera, lo que me permitió disponer de excelentes puntos de observación de la sociedad venezolana. Siempre me pregunté por qué el pueblo venezolano era tan pobre, habiendo tanto y tan bueno. No era sólo que no existiera equidad, sino que el despilfarro era suicida. Todos mis amigos (trabajadores como yo) tenían apartamentos o casas en Miami, Curaçao, Barbados o Puerto Rico. Nadie les pedía cuenta del dinero que enviaban a esos países para pagar sus propiedades.
Sin pretenderlo, tuve relación íntima con varios “prohombres”. Muy pronto comprendí que TODOS ellos se lucraban deshonestamente. Casi todos ellos han sido señalados. Por mi sensibilidad de escritor que busca la verdad, siempre consideré entonces que el país necesitaba un revulsivo que pusiera a todos en su sitio.
Por ello, cuando empezó esta tragicomedia del bolivarismo, creí que había llegado el momento de que Venezuela se redimiera. Hasta que fui comprendiendo las groseras manipulaciones que el pueblo venezolano estaba y está sufriendo.
Hoy no queda en Venezuela ninguno de mis amigos caraqueños, todos han tenido que exiliarse en una sangría de talento que representa una pérdida irreparable. Nunca han faltado tantas cosas esenciales en Venezuela. NUNCA HA PARECIDO VENEZUELA TAN MISERABLE COMO AHORA.Nunca ha sido el pueblo venezolano tan pobre, por mucho subsidio que le regalen. Nunca un país tan rico ha tenido tan pobre porvenir.
CUÁNTO LO LAMENTO, BELLA VENEZUELA.
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