Nadie podría imaginar que el grueso de la industria editorial francesa, italina o inglesa radicara en un lugar donde tales idiomas estuvieran prohibidos.
Nosotros mantenemos en Barcelona la mayor parte de las ediciones en español, aunque allí se persigue el español, se multa su uso y se impide a los niños estudiar en español. Por consiguiente, ningún titulado de las universidades de esa región conoce el castellano a fondo. Para dominar literariamente un idioma, no basta con estudiar filología; hay que usarlo cotidianamente y estudiarlo de manera culta. Estas circunstancias no suceden con los correctores/editores actuales de las editoriales radicadas en Barcelona. Son indescriptibles las torpezas que cometen al “corregir” los originales, de manera que en la actualidad leemos las peores y más torpes prosas de nuestra historia.
Las ediciones actuales de Barcelona son lingüísticamente muy groseras, usan barbarismos y anglicismos constantes e innecesarios y , para colmo, introducen mensajes racistas-separatistas en las traducciones, sobre todo de novelas ambientadas en el Medievo. Es enojosamente frecuente comprobar que donde los autores extranjeros escriben “Reino de Aragón” (un poderos reino medieval), los traductores-correctores de las editoriales de Barcelona ponen “Cataluña”, que no era el nombre de ningún estado medieval.
POR EL BIEN DE NUESTRA PROSA
Y POR LA RELEVANCIA MUNDIAL DE NUESTRA LITERATURA,
TENEMOS QUE SACAR LAS EDITORIALES EN ESPAÑOL DE BARCELONA.
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