martes, 16 de agosto de 2011
Debemos encontrar al número uno de eta.
Aunque el PSOE no estaría por la labor, la sociedad española tendría que buscar, identificar y detener al verdadero NÚMERO UNO DE ETA.
Cada dos por tres, nos cuentan que han detenido a la cúpula de ETA. Hace años, yo creía que descabezada la fiera, tardaría en recuperarse y nos mantendríamos algún tiempo tranquilos. Pero la realidad es que siempre le crece a la fiera una cabeza nueva de inmediato, como si fuera un miembro de una salamandra
La pregunta es inevitable. Una vez apresada la cúpula de ETA, ¿quién dispone de autoridad y medios como para nombrar una nueva cúpula inmediatamente?
¿QUIÉN ES NÚMERO UNO?
Todos sabemos que ETA nació hace unos sesenta años, a partir de una reflexión del PNV en la clandestinidad. Había que crear un ejército de gudaris para abatir al Estado, estrategia en la que los naZionalistas catalanes les secundaron. Por mucho que lo silencien todos los medios, el origen de ETA es ese y ni siquiera los peneuvistas lo niegan. Son muchos los personajes destacados del PNV que justifican e incluso alaban a los terroristas: “Son hijos de puta pero son NUESTROS hijos de puta”. Recordemos la exclamación de Arzalluz cuando supimos que los etarras habían robado ocho toneladas de explosivos en Francia. Sin lograr disimular su entusiasmo, Arzalluz exclamó: “¡Qué machada!”.
Nunca se ha apresado a un verdadero número UNO DE ETA. Si así fuera, tras la detención de una cúpula tardarían mucho en recomponerse, en vez de reaparecer en seguida tan campantes.
Una etapa de mi estancia en Venezuela fui asesor publicitario de la presidencia de LA VIVIENDA, ENTIDAD DE AHORRO Y PRÉSTAMO, cuyo presidente y director general eran vascos. Y no sólo eso; el presidente era jesuita. En los altos despachos de esta entidad (la mayor de Venezuela entonces) se hablaba libremente de los “pagos a San Juan de Luz”. Generosas donaciones a ETA que no eran forzadas por extorsión. Lo cierto era que muchas empresas de condiciones parecidas, en toda Hispanoamérica, realizaban transferencias igual de generosas. ¿Para qué iba a necesitar ETA de pequeños impuestos revolucionarios? Según comentaban los donadores, el “impuesto revolucionario” tenía sólo el objeto de constituirse en un símbolo, que los empresarios residentes en las vascongadas se acostumbrasen a pagar `para “construir” el estado.
Es lícito sospechar que EL NÚMERO UNO DE ETA se enmascara en un prestigioso y pomposo despacho, donde dispone de archivos y medios electrónicos de comunicación para que la mafia terrorista cuente permanentemente con una médula imbatible. Un despacho bajo un disfraz institucional o religioso.
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