El punto de partida para inventar el nudo argumental de una novela
puede brotar de muchas fuentes: noticias en un periódico, relatos de los
amigos, leyendas urbanas, experiencias propias, crónicas familiares, etc.
Pero ese punto de partida necesita ser transformado en una verdadera
fabulación. Para ello, uno tiene que librarse del todo de los condicionantes de
la fuente; hay que librarse del pudor personal o familiar, que de ninguna manera se vería comprometido si la
fabulación es compacta y se dota de su propia lógica. Es decir, al desarrollar
la idea inicial,nunca predominarán completamente las circunstancias ni los
condicionantes de lo que ocurrió en la vida real. Y además, hay que dotar a lo
fabulado de un nudo literario con planteamiento, enredo y resolución, y con -al
menos- los personajes principales, dotándolos de caracteres adecuados para lo
que tendrá que ir sucediendo en el relato hasta redondear el nudo. Según
vayamos desarrollando la idea, los personajes secundarios irán apareciendo en
nuestra lógica, hasta completar un mundo inventado. Los personajes y las
situaciones tendrán que evolucionar, transformarse y hasta volverse del revés.
Todo esto y mucho más hay que resolver ANTES de empezar a escribir una
redacción. Es verdaderamente inútil plantarse ante un teclado o una máquina de
escribir, sin haber decidido previamente lo que uno va a escribir.
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