Hemos visto escenas escalofriantes de la rebelión de los jóvenes en Inglaterra, donde la subida de las tasas universitarias ha producido iras juveniles con resultados catastróficos. Las sorprendentes sublevaciones que se están escenificando en muchos países musulmanes son protagonizadas también por jóvenes airados, que hasta han organizado sus movimientos mediante redes sociales propias de su edad, como twitter y otras.
Hace meses, uno podía intuir que estaba iniciándose una especie de mayo del 68, pero, la verdad, aquello tuvo un carácter romántico, bastante poético, profusamente adornado de metáforas…e imposible de reproducir en las actuales circunstancias. Como dijo Bertolt Brecht… “Estos tiempos en que es un despilfarro hablar de árboles, porque implica callar sobre tantos errores…”.
Aunque no veo que se mencione, aquel mayo de París tuvo un sonado prolegómeno en Madrid.
Los primeros días de mayo del 68 –pese a las represiones- hubo manifestaciones, algaradas y enfrentamientos en la Ciudad Universitaria de Madrid, además de manifestaciones de obreros en Granada y otros lugares, algo que parecía los temblores de un huevo que se rompe para abrirse a la vida, de modo que los jóvenes españoles de entonces creímos que lo del Mayo del 68 lo habíamos empezado nosotros. Hay que recordar que, pocos años antes del 68, los llamados “grises” reprimían hasta los movimientos obreros y estudiantiles de Acción Católica, de modo que lo que estaba pasando alucinaba como un espejismo, parecía quimérico. Pero aquellos alevines que hoy son el presente se atrevieron. La oprimida prensa franquista apenas lo mencionó –yo me enteré por la extranjera-, de modo que los articulistas, progres e historiadores parecen haberlo olvidado. Mas lo cierto es que ocurrió, pese al ominoso silencio que lo eclipsa.
Aquellas ventoleras reivindicaban sobre todo libertad, que pareció fácilmente conquistada con la revolución sexual que siguió en los 70. Las sacudidas juveniles de ahora reivindican algo más prosaico: futuro, porvenir. Un porvenir que será muy difícil conquistar.
Rompe el corazón preguntarse cuáles pueden ser las ilusiones de estos alevines de nuestro futuro, estudiantes, recién graduados, jóvenes en general… ¿Qué sentirán ante la empinada cuesta que les plantea la vida? ¿Qué opinarán de los adultos que los dejamos a su suerte?
Observando lo que ocurre en otros países, es inevitable preguntarse por qué no ha estallado la ira de los jóvenes españoles pese a lo ventajosas que son las actuales libertades respecto de las del 68.
Da miedo pensar que los hayamos castrado de algún modo. Espanta imaginar que hayamos propiciado una generación sin coraje ni ambiciones. Estremece suponer que hayamos podido reproducir el “Mundo feliz” de Huxley.
No puede ser. Algún rescoldo debe quedar de las llamas de antaño. Tiene que haber por fuerza una juventud que se dispone a protagonizar con hidalguía la vida futura. Una juventud capaz de encontrar caminos donde parece no haberlos, que fuerza su imaginación en busca de alternativas incluso distintas de lo que señalan sus carreras, que contiene su ira no por cobardía sino por prudencia.
No se quedarán cruzados de brazos. Reaccionarán
viernes, 15 de abril de 2011
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