viernes, 1 de julio de 2011
LA EXPIACIÓN DE LOS PECADOS
Tengo un pariente en Barcelona que, partiendo de gran modestia de nacimiento, ha acumulado una fortuna importante. Tiene veintitantos empleados, a los que le he visto maltratar psicológicamente y hasta insultar.
Engaña habitualmente a su mujer. Su lujosa vivienda, en la Gran Vía, está en la misma manzana donde, en la calle paralela, carré Diputació, funciona una sauna gay que es muy popular, porque allí ejercen los prostitutos más atractivos de España. Mi pariente compró ese distinguido y caro piso previniendo la facilidad con que podría realizar “escapaditas” a la sauna.
Pero, curiosamente, mi pariente va a misa y comulga todos los días.
En cierta ocasión, en una visita a Barcelona, esperaba el final de su jornada en un sofá de su pomposo despacho, cuando llamó a una empleada por el dictáfono. Le preguntó con impaciencia por un expediente, pero la muchacha se disculpó arguyendo que todavía no le había dado tiempo de terminarlo. Ante mis ojos, pareció que el doctor Jeckyll se convertía en mister Hyde. Descompuesto, mi pariente llamó incapaz y torpe a su empleada, lamentó haberla contratado “por mi compromiso con quien te recomendó” y amenazó con despedirla a la mañana siguiente si el expediente no se encontraba, terminado, en su escritorio a las 10 en punto..
Llegado el final de la jornada, yo no había conseguido superar mi estupefacción. Al salir del edificio, mi pariente me dijo:”Tengo que ir a misa de 8. ¿Vienes conmigo?”, Respondí que le esperaría en una cafetería vecina a la iglesia, pero como continuaba preso de mi perplejidad, comenté: “Después de la escena con esa chica, no creo que puedas comulgar, ¿Sabes que eso es un delito llamado “mobbing”?”. “No importa-respondió él- me confesaré y ya está”.
“¿Sueles hacer igual siempre que cometes un pecado? –pregunté- ¿Lo haces tranquilo porque esperas ser perdonado en seguida?”. “Claro”,-replicó mi pariente.
Muchas “lecciones” del catecismo católico tienen el mismo perverso efecto. Todo lo relativo a la contrición y la expiación es interpretado por mucha gente como una coartada o patente de corso. Así, multitudes de empleadores maltratan a sus empleados y después comulgan y se dan golpes de pecho como si tal cosa. Así, gran número de los clérigos pederastas de los que estamos sabiendo últimamente, se justifican ante sus propias conciencias con las lecciones sobre “dejad que los niños se acerquen a mí” y otras semejantes. Así, innumerables monjas han robado niños para venderlos, suponiendo que actuaban bien dando a los niños un futuro “mejor”. Así, muchos hemos sido traumatizados de niños por confesores sobones.
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