viernes, 22 de julio de 2011

QUIENES FUERON LOS CULPABLES DE UNA DE LAS MAYORES TRAGEDIAS DE LA GUERRA CIVIL

La desbandá de Málaga.
QUIÉNES FUERON LOS CULPABLES

Queipo pasó varios días advirtiéndolo en sus báquicas homilías guerreras de cada noche: “Ya me tomé un jerez y voy a tomarme un málaga”.
El militar que se emborrachaba antes de ponerse al micrófono, trató de convencernos de que no teníamos nada que temer de las tropas “nacionales”, pero que si alguien temía, podía escapar hacia donde se replegarían el los republicano, Motril.
La fatalidad se alió contra los malagueños e hizo coincidir varias desgracias:
1- La población de Málaga se había duplicado; todos los portales eran portales de Belén, porque en todos había una familia de fugitivos durmiendo hacinada, padres, madres, hijos y animales de granja.
2- Todo el mundo tenía que temer a un ejército formado en gran parte por mehalas cuya motivación bélica era el botín que podían rapiñar. Llegaban oleadas de fugitivos llorando que “vienen los moros violando niños y cortando cabezas”.
3- Los primeros días de febrero, todos los torrentes de Motril se habían desbordado; la riada impedía el paso, y mucho más a una muchedumbre famélica y desesperada que sumaba trescientas mil personas.

CÁLCULOS CONSERVADORES.
Últimamente, vemos que medios que pretenden presentarse como “objetivos” convierten cien mil en “varios miles” y mil en “unas decenas”. De igual modo, nuestros “intelectuales” de Málaga hablan de que aquella noche del 7 de febrero de 1937 huyeron “unos cien mil malagueños”. La frase contiene dos falsedades; sin duda eran muchos más y sólo eran malagueños en un cincuenta por ciento. Los citados medios “objetivos” utilizan la cuadriculación para sus cálculos de asistentes a manifestaciones; si la superficie ocupada por la manifestación alcanza cincuenta mil metros cuadrados, multiplican ese número por cuatro para decidir que había “unos doscientos mil manifestantes”. Si usamos el mismo procedimiento y calculamos que Málaga ocupaba en 1937 unos doscientos kilómetros cuadrados, concluiríamos que aquella noche hubo… millones de malagueños huyendo en desbandá.
La primera semana de febrero de 1937 había tantos refugiados malviviendo en las calles de Málaga como censados. O sea, 190.000 por dos, unos trescientos ochenta mil.
Según las patéticas fotos que nos han llegado de las “entusiastas bienvenidas” de la población a las “tropas nacionales” (que eran italianos al mando del íntimo de Mussolini, Roatta), no parece que permanecieran más que unos cincuenta mil en la ciudad. Porque los refugiados en las calles procedían de Loja, Puente Genil, Estepa, Ronda, Campo de Gibraltar …

EL PACTO DEL SILENCIO
Desde el 17 de julio de 1936, Málaga había sufrido 206 bombardeos. Todas las noches llegaban de Melilla o Granada aquellos fatídicos nueve aviones a arrasar la ciudad. Lo que padecimos es cien veces peor que Guernica. Sin embargo, la ciudad vasca se convirtió en un icono mundial mientras que nosotros hemos estado a punto de morirnos en la ignorancia de nuestra tragedia. ¿Por qué? Sencillamente, porque republicanos y “nacionales” son conscientes desde el principio de que habían cometido atrocidades. AMBOS. Primero, en noviembre de 1936, el primer ministro psoísta Largo Caballero negó a nuestro diputado Cayetano Bolívar “ni un fusil ni una bala más a Málaga”. Mantener a Málaga en territorio republicano alargaba el frente en unos doscientos kilómetros; el “inteligente” jefe de gobierno psoísta decidió entregar un gambito. Además, Franco (que el 5 de febrero se reunió con Queipo de Llano en Antequera, para evitar que Málaga fuese tomada por los italianos) estaba convencido de que la fuerza ofensiva de Málaga era muy superior a la real. La estrategia “nacional” fue lanzar contra Málaga CUATRO columnas: Marbella, Monda, Venta de Zafarraya y Colmenar. Había que masacrar a la población que ellos creían armada hasta los dientes.

Lo ocurrido la noche del 7 al 8 de febrero de 1937 es la suma de todas esas fatalidades. Ninguno de los dos bandos tiene nada que reprocharse. Ni los más encendidos exégetas franquistas mencionan la masacre. Tampoco los pelotaris necrófagos psoístas. La manipulación no puede presumir de ser memoria ni historia que, como sabemos, son lo mismo. No existe memoria escrita de la desbandá de Málaga (ni parcial ni general y sólo alusiones, como la de “Los fusiles de la madre Carrá ”, de Brecht) y yo tuve que acudir a fuentes extranjeras a documentarme para “La desbandá”, porque lo del 7 de febrero de 1937 fue una desgracia que todavía causa vergüenza a ambos lados de la divisoria de esa España bipolar que el genio ZP se empeña en resucitar.

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