Hace tiempo, viví una temporada en Bournemouth, ciudad vacacional que los ingleses consideran "su Marbella".
Entre muchas cosas que me llamaron la atención, observé que la mayoría de sus aceras no tenían baldosas, sino una delgada capa de asfalto común, tan delgada que se "deshilachaba" en los alcorques y bordillos.
En Málaga,.con una economía insostenible, creemos que las aceras tienen que estar soladas a tutiplén.
Hay una placita en el Palo, delante de la parroquia, que tenía la presencia encantadora de una plaza pueblerina. Llegó el ayuntamiento y no quiero ni calcular lo que ha derrochado de dinero con un grueso embaldosado de piedra beis (por cierto, con un garrafal error arquitectónico).
Esta mañana, he visitado la recién abierta plaza de la Merced. Una plaza encantadoramente decadente, decimonónica como una película de época, y que presentaba muy buen estado, la han convertido en un despilfarro alucinante, también con costosísimas piedras, que no añaden belleza sino que desvirtúan la plaza. Para colmo, han plantado árboles donde nunca nadie los imaginó, y no comprendo por qué.
Hace pocos meses, oí al alcalde decir que "hay que repavimentar el paseo marítimo Pedregalejo-el Palo". Quien se dé una vuelta por él., comprobará que está en magnífico estado, es muy bello e incomparablemente más auténtico e interesante que la Carihuela con sus hamburgueserías y restaurantes foráneos.
Málaga gasta un dinero que no tiene en baldosas, que luego una pandilla de cafres embadurnan con chicles hasta formar capas intransitables. Canales decía que "la calle es el recibidor de mi casa". Cuando los malagueños seamos de verdad civilizados, nos daremos cuenta de que hay que baldear la acera delante de nuestra casa, para no obligar al ayuntamiento a gastar lo que no tiene y para que nadie nos tome por guarros.
Da para temer que en planteamiento del paseo-parque del tren sea también muy despilfarrador. A lo mejor se encalla, como ha pasado con el parque La Virreina: Esperar a tener 150 millones para plantarlo, cuando se podría ir haciendo poco a poco, usando los medios jardineros municipales o convocando un voluntariado popular. Así se podrían ignorar las voces intramunicipales que empiezan a aconsejar parcelarlo y venderlo
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