miércoles, 9 de marzo de 2011

EL ASOMBRO DE ALCOBENDAS

Dice el viejo refrán castellano que “el buen paño, en el arca se vende”, sabia conseja ancestral que la mercadotecnia, primero, y el comercio por internet, después, se han encargado de arrasar.
Hoy, se hace propaganda hasta para mercadear con los sentimientos, como vemos a diario en las pantallas de televisión, cuando comprendemos que los grajos al acecho de la cochambre son avisados, precisamente, por los aspirantes a vendedores de miserias con truculentos señuelos de exclusividades falsificadas. Y si se tratara sólo de las miserias o los sentimientos propios, la perversión y el hedor tendrían un pasar; pero es que con lo que más se comercia es con los sentimientos de otros, las privacidades ajenas, las integridades que los buhoneros del couché parecen tener prisa por desintegrar.
Por ello, asombra tanto descubrir algo valioso de veras que, aun consciente de su valor, no se deja ganar por la tentación de exhibirse en los neones de la compraventa.
Uno, que viene de vuelta de infinitos mundos procelosos donde cuenta más la imagen transmitida que el valor verdadero de las cosas, no puede evitar sentir estupor al descubrir Alcobendas, donde las circunstancias le han forzado a residir.
Hay unas cuantas ciudades en España que son resaltadas por los políticos y sociólogos como ejemplos a seguir en cuanto a urbanismo y servicios. Siempre se trata de capitales de provincia, como Vitoria o Córdoba. Vitoria es verdaderamente un modelo a imitar... si la corporación aspirante a emularla dispone de dinero a espuertas. Córdoba, asentada sobre una milenaria tarta arqueológica de varias capas, que dificulta cualquier intento de racionalidad, no dispone de los cuantiosos medios forales de Vitoria, pero sí ha habido entre sus gestores quienes supieron usar la razón.
Hoy, tras conocer inesperadamente Alcobendas, creo que no tardará en llegar el día en que su nombre se añada a dicha lista de ciudades ejemplares. Parafraseando el clásico, hay que hablar con toda justicia del Asombro de Alcobendas.
Hace algún tiempo, a una de las revistas donde suelo publicar le propuse un artículo de investigación que pretendía titular “Alcobendas, Silicom Valley español”; iba a apuntalar el texto y argumentar sobre dos pivotes: la existencia de Indra y la arquitectura de la avenida de Bruselas y la zona el Parque Empresarial La Moraleja, que me recuerdan inevitablemente a La Jolla, en California. No insistí en la propuesta, porque mi conocimiento sobre Alcobendas era muy superficial y se basaba en impresiones percibidas de lejos, casi todas al pasar por la Nacional I... y poco más.
Ahora, tras verme obligado a recorrerr cotidianamente el Paseo de la Chopera, la Avenida de España, la Avenida de la Vega o el Bulevar de Salvador Allende, creo que Alcobendas merece que se hable de ella. Y mucho, y bien, y que llegue a realizarse algún documento que difunda por toda España las cualidades de su urbanismo, y, acaso, convertirse en destino turístico porque posee para ello mimbres de sobra, y llegar a ser meca de encuentros de categoría internacional, para los que representaría un cómodo marco del que España puede enorgullecerse. Tal vez sean sus habitantes celosos de mantener el “secreto”, por temor a verse obligados a compartir los privilegios que aquí se disfrutan, y me reprochen estas afirmaciones que pueden sonarles a “chivatazos” que atraigan multitudes, pero creo sinceramente que numerosos concejales de urbanismo del país tendrían que darse un garbeo por los alrededores de San Pedro y la avenida del Marqués de la Valdavia, recorrer la calle Manuel de Falla y los futuristas bulevares de Valdelasfuentes, a fin de aprender a diseñar ciudades a la medida del hombre, pensadas para que el hombre viva serena y plácidamente, sin sobresaltos, alimentado espiritual y estéticamente. Que rodearan los ediles de todo el país, con ojos asombrados, las incontables y utilísimas rotondas, incluyendo las que se construyen ahora por Ruperto Chapí; que paseasen por el Parque de Andalucía o los jardinesl de La Vega; que practicaran algo de deporte en ese lujo al alcance de todos que es el Polideportivo Municipal; que ejercitasen el intelecto en la increíble Mediateca Pablo Iglesias, otro lujo para el que es difícil encontrar parangones; que se divirtieran un poco en Diversia o que, sencillamente, pegara el hilo con algún vecino en la Plaza Mayor.
Alguien puede argumentar sobre presupuestos, niveles de renta y riqueza relativa de los municipios, pero de lo que aquí se habla es de inteligencia.
¡Caballero, qué ciudad!

No hay comentarios:

Publicar un comentario